Un monje que tenía como meta lograr la iluminación, permaneció retirado en una cueva del Himalaya por veinte años. Al cabo de ese tiempo decidió bajar a la población para formar un grupo de discípulos. y en la multitud lo empujaron. Esto le hizo reaccionar con cólera inmediatamente…por lo que queda demostrado que el pasar en soledad esos veinte años, ni siquiera le habían servido para poder quitarse de encima la semilla de la ira.
Por otro lado, el Hermano Lorenzo, un monje que vivió en Francia durante el siglo XVII, permanecía en un estado de santidad y maestría, estando la mayoría del tiempo en la cocina del monasterio…pelando papas.
El Hermano Lorenzo había aprendido que podemos establecer contacto con Dios (el Espíritu o nuestra contraparte Divina)… continuamente, no importa en lo que estemos ocupados en el plano físico.
Él creía, y lo practicaba con éxito, que debemos entregar a Dios, (Espíritu) tanto los asuntos mundanos como los espirituales, y cumplir sin dudar con lo que recibimos interiormente en ese contacto interno. Aconsejaba que en períodos de aridez espiritual, de esos en los que parece que no creemos en nada ni nadie, nunca por motivo alguno tenemos que dejar de pedir guía y estar atentos a cualquier señal o indicación que desde dentro se nos envíe…pues siempre llegan, aún en esos períodos en que ponemos a prueba nuestra verdadera religiosidad…que es mantenerlos re-ligados al plano espiritual.
Lorenzo…hiciera lo que hiciera, trataba de hacerlo con gran Amor…siendo esa su única práctica espiritual…llevando ese gran amor absolutamente a todos los ámbitos de su vida…y se manifestaba contento aún de recoger con amor la paja del suelo, cocinar, limpiar baños…o realizar viajes para trámites del Monasterio. Esto último era una gran prueba ya que era muy callado y no tenía habilidad para negociar…pero como ponía todo en manos de lo más elevado…hablaba francamente con esa fuente espiritual diciéndole…"No puedo hacer esto a menos que me apoyes." Después de eso, recibía una gran energía para hacerlo.
Cuando fracasaba en lo que consideraba su deber, simplemente acudía al Espíritu diciendo: "No pude hacer otra cosa. Eres tú quien debe corregir mi falta, y reparar lo que estuvo mal." Y después de esto, no se preocupaba más con culpas ni recordando que había errado…pues ponía realmente eso en manos del Espíritu.
Debemos hablar con Dios con franqueza y claridad, decía…y pedir o permitir su accionar en nuestros asuntos .Nunca dejaremos de recibir asistencia.
En su trabajo en la cocina del convento, empleaba una gran cuota de Amor divino al cocinar, aunque al principio no sabía hacerlo…pero aprendió y mientras diariamente pelaba grandes cantidades de papa…seguía conectado a la fuente de ese Amor…valiéndole como oración y meditación continúa. Se dice que a veces cocinando… llegó a levitar… …demostrando con esto cuán grande era su contacto…aún en tareas consideradas mundanas .
Para él, el período de oración no era necesario… lo tomaba para no contrariar a sus superiores…mas ninguna actividad le apartaba de su Divinidad.
Decía que no hay arte ni ciencia que enseñe a estar conectado a la Fuente…sino que el único requisito era un corazón resueltamente decidido a estarlo… una aspiración constante a a mantenerse “en Dios”…La m ayor cantidad de tiempo posible.
En lo que nos toca…podemos deducir que sería no solo improbable sino tal vez hasta inútil entrar en grandes períodos de retiro fuera de lo mundano, al menos que internamente se nos pida…
pero… si podemos en el trabajo, en nuestra familia, en la calle, en el mercado y en todo sitio...tratar de mantener aunque sea unos hilos de nustra actividad conscientemente ligados a lo Divino…pues desde allí llega la Guia para movernos en Luz constantemente
Todo sitio es un templo… y todo acto una oración
Así es
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