Lunes Agosto 8, 2011.
El Padre Ceyrac tiene ahora 97 años y aún vive en India, cerca de todos aquellos a los que les ha brindado tanta ayuda y mucho amor. Con recursos limitados este sacerdote jesuíta francés, quien ha vivido en la region Tamil Nadu de la India por más de medio siglo, ha logrado rescatar del total abandono a más de 45,000 niños sumidos en la pobreza a los que su organización ha sido capaz de alimentar y apoyar en su educación. Hace algunos años tuve la oportunidad de reunirme con él en varias ocasiones y en particular, hablar con él durante una entrevista conducida por la periodista Claudine Vernier- Palliez. He aquí algunos extractos de esa conversación.
M.R.: El Dalai Lama comúnmente dice que la religion es opcional, pero la bondad, amor y compasión son necesarios para todos los seres sensibles.
P.C.: En el amor, si no hay respeto, no es verdadero amor. Si no hay ternura, no es amor verdadero. En India, nunca me dirijo a una persona pobre de una manera coloquial. Los colonizadores, los ricos y los miembros de las castas más altas son los que les hablan de manera despectiva. La pobreza y la miseria son dos cosas diferentes. La miseria (así como lo riqueza) pueden deshumanizar, nunca la pobreza. Jesucristo, los apóstoles y la Virgen María eran pobres. Nuestra misión de ayuda para con nuestros amigos Indios es para que sean más y no tanto para que tengan más. “El gran desarrollo”, dijo Gandhi, “es el ser más.”
M.R.: La ternura y la empatía corresponden a la apertura que tenemos en nuestro interior con respecto al sufrimiento de otros y evita que nos volvamos duros por dentro. La coraza protectora que nos separa de los demás se puede eliminar a través de la compasión.
P.C.: Siempre me impresiona la falta de bondad que encuentro en las calles y metro de Paris. La gente evita el contacto, ni siquiera se sonrien unos a otros.
M.R.: En caso de desplegar un gesto amistoso, la gente lo encuentra extraño. Una sonrisa puede a veces parecer una amenaza. Sin embargo, en la India, si no hablas con la persona que está a tu lado en los primeros treinta segundos, es porque eres sordo o mudo.
P.C.: En los trenes de la India, compartimos todo lo que tenemos. Estamos todos juntos; hablamos de un carro a otro. Participamos en la conversación del viajero que se encuentra en la banca superior; ofrecemos nuestros plátanos al vecino de abajo. En los trenes nocturnos, después de cinco minutos, todo mundo se encuentra en piyamas mientras platicamos como si fuéramos parientes.
M.R.: En Francia, después de una hora en un avión o tren, rara vez volteamos a ver a la persona a nuestro lado y si por alguna casualidad esa persona nos mirara, realmente no nos ve: es como si fuéramos transparentes.
P.C.: A pesar de todo, aún en Francia, me impresiona la enorme bondad de la gente, aún y cuando viene de aquellos que parece que mantienen su corazón y ojos cerrados. Son los otros, todos los demás, quienes tejen la tela de nuestras vidas y le dan forma a la sustancia de nuestra existencia. Cada uno de ellos es una “nota en la gran sinfonía del universo”, como una vez lo dijo el poeta Tagore. Y uno no puede resistir el llamado del amor. Después de un tiempo, todos sucumbimos a él. Realmente creo que los hombres son intrínsicamente buenos. Debemos de ver siempre lo bueno, lo hermoso en la otra persona, nunca destruír, pero siempre buscar lo mejor en los hombres “parados derechos con la cabeza en alto”, sin distinición de religión, casta o filosofía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario