Como enseñó el Buda, todo depende de causas y condiciones. Las eras oscuras y doradas no son una excepción. No están predestinadas ni son aleatorias o caóticas. El destino está condicionado, y una de las principales causas y condiciones es el yo del propio individuo: tú puedes crear tu destino. Tus elecciones son tu destino. Qué somos y cómo somos ahora depende de qué hemos sido y cómo hemos sido en el pasado. Qué seremos y cómo seremos en el futuro depende de qué somos y cómo somos ahora.
Shakyamuni con sus pies de loto podría llamar a tu puerta y pedir limosna, pero si seguimos obsesionados con los relojes Patek Philipe, la fama o los amigos, o con un vientre plano, la verdad del Buda es un fastidio, una verdad incómoda.
Aunque estuviéramos en mitad del kaliyuga, sometidos a las causas y condiciones sin fin de la era oscura —distraídos con facilidad y limitándonos a pensar en nuestra propia conservación, aspirando a alcanzar cuotas basadas en valores materialistas, consumistas—, podemos aprovecharlo. Se dice que durante las épocas degeneradas, la compasión de los budas y bodisatvas es aún más fuerte. Una persona espiritual con sentido común podría aprovechar esa oportunidad. La era oscura puede ser un recordatorio del carácter urgente y precioso del Buda, el Dharma y la sanga.
Como seres que dependen de las condiciones, tenemos que buscar la luz y cultivar las condiciones que aportan luz. Tenemos que recordar constantemente lo contrario del materialismo. Para ello, necesitamos la imagen del Buda, el sonido del Dharma y la estructura de la sanga.
En los últimos años hemos perdido a algunas de las mayores apariencias del Buda, como Kyabje Trulshik Rinpoché, y Mindroling Trichen Rinpoché y Penor Rinpoché, todos los cuales eran grandes recordatorios. Pero aunque su apariencia se haya disuelto, no olvidéis que su compasión no conoce limitaciones.
En el espíritu de que cuando hay demanda hay oferta, debemos aspirar a que nunca cese la apariencia de los budas y bodisatvas, y —por decirlo con una expresión de moda—, aspirar a que tengan un rápido renacimiento, y anhelar todo eso. Pero este renacimiento no debería limitarse a un niño tibetano criado en una cultura o tradición concretas. Podemos desear el renacimiento del buda en todas las formas, incluso como algo aparentemente insignificante como la brisa, para recordarnos los valores del amor y la compasión, y la tolerancia. Debemos aspirar a galvanizar a miríadas de manifestaciones del buda, no sólo a los tulkus que brincan del trono y conducen un Rolls Royce que son producto del nepotismo.
Dzongsar J Khyentse Rinpoche, 28 de enero del 2012
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