6/5/11

Bodhgaya, El Trono de Diamante de India



La Gran Stupa


Miércoles Abril 20, 2011.

Escenario de la Iluminación del Buda.

Quinientos años antes del nacimiento de Cristo, un aceta demacrado se levantó del lugar donde había estado meditando durante seis años soportando privaciones en el bosque y caminó cautelosamente hacia el río Niranjana. En el trayecto se colapsó, una chica pueblerina lo ayudó trayéndole arroz preparado en leche de coco. Cuando recuperó su fuerza se bañó en las aguas del río tropical enmarcado por arena brillante y palmeras y fue ahí donde entendió que la mortifiación no es el camino a la Iluminación.

Caminó hacia un majestuso árbol ficus religiosa (especie de árbol nativo de Asia Central) y se sentó prometiendo no levantarse hasta que entendiera la naturaleza última de la mente y de la realidad. Permaneció sentado durante toda la noche bajo el árbol que desde ese momento llegaría a conocerse como el árbol del Bodhi. El lugar, actualmente Bodhgaya, se le llegó a conocer como el Trono del Diamante de India y el hombre era nada más y menos que Siddharta Gautama que al amanecer se transformaría en el Iluminado, el Buda.

Antes del amanecer y justo después del atardecer, miles de peregrinos caminan alrededor del árbol del Bodhi y del monumental templo erguido a sus espaldas. Murmuran mantras llevando la cuenta con sus malas, cantan las palabras del Buda y alaban su sabiduría. Gente del área montañosa de los valles remotos del Himalaya, vestidos aún en su ropa hecha de pieles y lana se rozan con creyentes de Sri Lanka vestidos en sus ropas de algodon impecablemente blancas, monjes tailandeses en habitos azafronados, monjas chinas en habitos celestes, japoneses de negro y viajeros occidentales en todo tipo de ropa mientras viejos monjes permanecen sentados bajo la sombra de los árboles girando sus molinos de oración incesantemente.

Cientos de peregrinos, en su mayoría tibetanos, se postran frente al templo: no están alabando a un dios, sino demostrando su respeto a la sabiduría última del Buda. Las dos o tres mil postraciones que hacen al día, deslizándose sobre tablones lisos de madera, son un poderoso homenaje al cuerpo, palabra y mente iluminadas del Buda; hacen plegarias para purificar sus cuerpos, palabra y mente de toda confusion. En este contexto, la ignorancia es el enemigo, el samsara (el mundo de existencia condicionada) es el campo de batalla y la victoria significa el liberarse uno mismo del sufrimiento. Se dice que, además del Buda Shakyamuni, un mil y dos budas de esta era han alcanzado y alcanzaran la iluminación en este lugar, conocido como el “jardín colgante” en el núcleo de la era oscura. El poeta budista Asvagosha llamó a Bodhgaya “el ombligo del mundo”.

Se cree que el primer monumento conmemorando la iluminación del Buda fue construído cerca del árbol del Bodhi en el siglo III a.c. gracias al emperador Ashoka. De acuerdo a los relatos detallados de Hieun Tsang, el reconocido peregrino y académico Chino, una construcción más grande fue erguida en el siglo VII d.c. y una comunidad de miles de monjes fue fundada cerca de ese monumento. Las oleadas de invasores musulmanes en el siglo XII d.c. desapareció el budismo en India, destruyendo el monumento. Los reyes de Burma restauraron el gran templo en el siglo XIV d.c. solo para volver a caer en decadencia más tarde. A través de los siglos se cubrió parcialmente de arena depositada por vientos e inundaciones y no fue sino hasta el siglo XIX d.c. que un burmés y un inglés muy determinado llamado Alexander Cunningham, comenzaron a restaurarlo a su condición actual. Fue así como este gran templo regreso a la vida. Hace treinta años muy pocos peregrinos visitaban Bodhgaya que en ese entonces era un lugar tranquilo en la campiña del estado de Bihari. Actualmente es una escena de intensa e incomparable serenidad, un contraste al bullicio caótico del pueblo cercano, Gaya. Más de veinte monasterios de todos los países budistas han sido construídos a pocos kilometros del monumento principal para acoger al creciente número de peregrinos.

Más de dos mil creyentes, incluyendo a grandes maestros espirituales de las diversas tradiciones Budistas, se reunieron en 1985 para recibir del Dalai Lama la iniciación del Tantra de la Rueda del Tiempo, el Kalachakra. Miles de personas habían viajado de Tíbet, cruzando los pases de montaña cubiertos de nieve mientras evadían a los guardias fronterizos para escapar, por algunas semanas, la dura repression del regimen comunista chino; algunos perdieron sus vidas en el peligroso trayecto.

Era extraordinario el ver a esos tibetanos sentados al frente de la multitud, sus sueños realizados más allá de lo imaginado. No solo estaban ante la presencia del maestro y líder que tanto amaban sino que lo pudieron hacer durante toda una semana. Con un fervor que venía desde lo más profundo de sus corazones, miraban al Dalai Lama con los ojos tan limpios como el cielo. En Occidente un evento de este tipo, hubiera tomado meses de preparación e involucrado logísticas complejas. Aquí, miles de tiendas de campaña, usadas como restaurantes de día y como dormitorios de noche, habían brotado como hongos del suelo en un par de semanas. Los mercaderes indios también se encontraban aquí. Doscientas mil personas llegaron, permanecieron y se fueron sin mayor problema. Cuando terminó la enseñanza el gentío desapareció tan rápido como había llegado recordándonos estas lineas del yogui tibetano Shabkar:
“Vinimos aquí de diferentes provincias, del este y del oeste.

Nos hemos reunido por un breve momento

Y ahora nos dispersamos, como todos los fenómenos.

¡Esto es la impermanencia!

Como las nubes de otoño, la vida es transitoria.
Nuestros padres, nuestros parientes
Son como transeuntes que se encuentran en un mercado,
Como el rocío en las puntas de las hojas.
La riqueza es evanescente,
Como burbujas en la superficie del agua.
Este cuerpo es frágil y efímero,
Los darmas de este mundo samsárico son futiles,
Solo el sagrado darma es de valor.
La oportunidad de practicar el darma
Ocurre solo una vez: en este momento.”

El árbol del Bodhi


SS Dalai Lama bajo el árbol del Bodhi



Ultima etapa en Bodhgaya del peregrinaje en Nepal e India para la consagración de las stupas construídas de acuerdo a los deseos de Dilgo Khyentse Rinpoche




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